
Su presencia nos recuerda la importancia de parar en medio de la rutina y buscar momentos de amistad e intimidad con Dios, elevando hacia Él nuestro corazón.
Como María en el Magnificat, su canto agradecido resuena entre nosotros, nos despierta, nos llama a la oración, a la reflexión y la comunión con el Creador, autor de cosas grandes, a encontrar en Él la paz, la fortaleza y la guía para nuestras vidas.