
La presencia de María en el evangelio, rezando y esperando con los apóstoles la llegada del Espíritu Santo, su presencia en el primer Pentecostés de la Iglesia, fortalece a los discípulos y, hoy, a cada uno de nosotros para llevar el mensaje de Cristo al mundo con nuestro testimonio y estilo de vida.
Su auxilio renueva la fe de los creyentes que, en muchos casos de debilidad y de sequía en la vida diaria, vuelve a florecer, como nueva oportunidad de renacer a la vida en su amor.