
María Auxiliadora nos recuerdan que nuestra existencia en la tierra es pasajera y que nuestro destino final, eterno, está en Dios. María, como la flor de cerezo, nos invita a mirar más allá de lo pasajero, a una eternidad fuente de sentido para nuestra vida.
Su fidelidad a Dios con la fragilidad de una esclava es, para los creyentes, un recuerdo de la belleza de momentos breves, pero intensos, de comunión con Dios y los hermanos.